Esperando en la colina

Él solo se miró al espejo, se echó agua por la nuca y se planteó si de verdad de los errores se aprende. Estuvo toda una semana preparando la ocasión, corrigiendo lo incorregible y tapando todo aquello de lo que se avergonzaba, pues, por fin sería sincero con el mismo y ganaría terreno, era lo que faltaba. Aun sabiendo que una nube nunca viene sola, le dio igual, quería mojarse hasta notar el frio en los huesos, quería cerrar las puertas de su cuento, que nada se escapara. Fue consumiendo los minutos en sorbos pequeños, fue acabando con la vida de aquel día, teniendo la esperanza todavía muy presente pues sabía que antes o después ocurriría, que no iba a ser como en otras ocasiones.

Poco a poco el sol se iba poniendo, y él, en lo alto de la colina esperaba que ese viento le azotase la cara. Iba desgastando las agujas del reloj. Sus silencios hablaban pos si solos pero nada importaba ahora, sabía que ocurriría, lo tenía presente, conocía lo desconocido.

Mientras esperaba, se reencontraba con antiguos encantamientos pasados, magia ancestral envuelta en mentiras y deslealtad. Se sentía frustrado con todo lo que le rodeaba, quería que todo terminase de una vez, que desapareciera el mundo, que la historia terminase sin final feliz, pues creía conocer bien el tablero de aquel juego. Pero nada importaba, ni frustraciones ni problemas, pues el momento llegaba, y era feliz con eso. Sonaban melodías enlazadas, veía luces, color, notaba que, en lo alto de la colina, el aire frio le calentaba los pulmones, tenía el corazón a mil.

La mezcla de verdad y amanecer le sorprendió, el momento nunca llegaría, pues todo se rompió por el camino.

Aun sigue allí, su cuerpo clavado en la colina, esperando un poema, una canción. Su cabeza le pide levantarse, su corazón se le resiste. Está cediendo su vida al ocaso de sus propias ruinas.